Un fascinante viaje arquitectónico al corazón de la ciudad.
Tesoros ocultos en cada rincón
En La Chaux-de-Fonds, los tesoros arquitectónicos se revelan en cada rincón, y aunque no tiene castillo ni catedral, sus edificios cuentan una historia única, impregnada de creatividad y artesanía. Elegantes escaleras de estilo Art Nouveau adornan los edificios, las primeras creaciones de Charles-Édouard Jeanneret, más tarde conocido como Le Corbusier, demuestran su audacia arquitectónica, y los edificios de la década de 1950 ofrecen una perspectiva fascinante de la evolución de la ciudad. Este rico patrimonio también está salpicado de parques y jardines, verdaderas islas de relajación, donde se puede saborear la autenticidad de un pueblo obrero con un encanto atemporal.
"La arquitectura es el juego aprendido, correcto y magnífico de los volúmenes bajo la luz."
- Le Corbusier
Una ciudad que te cuenta una historia
Pasear por las calles de La Chaux-de-Fonds es como sumergirse en una historia rica e íntima, contada a través de sus elegantes edificios y detalles de otra época. Aquí, cada edificio, cada callejón, guarda en la memoria el paso de generaciones de artesanos y maestros relojeros, que han moldeado el carácter único de la ciudad. Lejos de las grandes ciudades, La Chaux-de-Fonds es una ciudad popular donde el encanto discreto y la modestia arquitectónica se mezclan con una intensa riqueza cultural.
Cada edificio, cada calle lleva la huella de un pasado obrero y de una tradición creativa, e invita a un descubrimiento diferente, más íntimo. Sal a pasear y sorpréndete. Descubrirás una ciudad que, lejos de la ostentación, seduce por su carácter auténtico y su profunda conexión con la historia de la relojería.
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¿Sabías?
Tras el gran incendio de 1794, la ciudad fue reconstruida con una nueva ambición: combinar la planificación urbana y la eficiencia industrial. Así nació el ahora icónico patrón de tablero de ajedrez, diseñado para satisfacer las crecientes necesidades de la relojería.
Las calles rectas y regulares facilitaban el desplazamiento, mientras que los edificios albergaban viviendas y talleres combinados, donde la gente vivía y trabajaba bajo un mismo techo. La arquitectura favoreció los grandes ventanales y la orientación óptima para capturar la máxima luz natural, un activo valioso para los gestos precisos de los relojeros.
Este modelo único de organización urbana, nacido de la reconstrucción, se ha convertido en uno de los fundamentos del patrimonio relojero de la región... y en una firma aún visible hoy en día.